Los piercing o perforaciones es una tendencia de moda en los últimos años, con altos y bajos pero presente en nuestra sociedad. Las posibilidades de ubicación de un piercing se podría decir que son casi infinitas y la boca no es una excepción sino más bien un lugar bastante común para su ubicación. Los piercing orales pueden encontrarse en los labios, mejillas incluso la lengua. Al igual que en las orejas, los metales y formas son variados desde aretes, argollas hasta barras. Si cualquier perforación conlleva posibles infecciones, en el caso de las perforaciones bucales implica mayores riesgos si cabe por las mucosas y tipo de piel perforada.
Lo primero, y aunque previsiblemente ningún dentista te lo recomiende y te aconseje evitar estas perforaciones, es visitar a tu odontólogo para estar prevenido ante posibles efectos negativos colaterales.
A continuación, señalamos los principales riesgos de llevar un piercing bucal.
– Mayor posibilidad de infección: debemos tener en cuenta que la boca es un foco de millones de bacterias que favorecen la infección, especialmente en el proceso de cicatrización inicial pero también durante el manejo o cambio de la joyería una vez colocado el piercing. De hecho, no son pocos los casos en los que una importante infección hace recomendable quitar la perforación oral a riesgo de que ésta pueda extenderse.
– Inflamación y dolor: son otros de los problemas comunes. Sobre todo son habituales en la lengua, cuya inflamación excesiva puede suponer un peligro al poder llegar a bloquear las vías respiratorias.
– Fractura o astillamiento de dientes: el contacto con la joyería bucal de metal puede provocar el astillamiento incluso la fracturar de las piezas dentales, independientemente de que sean originales, fundas o coronas.
– Hemorragias: al tratarse de tejidos mucosos y con unas características especiales puede que al perforar con la aguja atraviese un vaso sanguíneo y ocasione una hemorragia abundante y difícil de controlar.
– Daño en las encías: no sólo dañan el esmalte dental y el tejido gingival, también pueden provocar que las encías se retraigan. En tal caso, y más allá de ser antiestéticas, el diente está más desprotegido ante posibles caries o enfermedades periodontales.
– Alteración de la función bucal normal. No debemos obviar que un piercing bucal es un elemento extraño permanente en nuestra boca que puede afectar a la correcta pronunciación, causar problema de deglución o masticación así como originar un excesivo flujo de saliva.
Dicho lo anterior, como siempre, la última decisión es de cada uno.
Deja un comentario