¿Recuerdas si te lavabas los dientes frecuente y adecuadamente cuando eras niño? ¿Se encargaron tus padres de inculcarte unos buenos hábitos bucodentales en su momento? La educación en estas prácticas desde temprana edad puede resultar fundamental a la hora de prevenir futuros bucales; incluso desde que los pequeños inician la succión de chupetes o biberones. En este sentido, una de las principales inquietudes de los padres es desde qué edad hay que empezar a vigilar y cuidar la salud bucodental de los pequeños de la casa.
En realidad, todo se inicia cuando salen las primeras piezas dentales. Se aconseja limpiarlos al menos una vez al día utilizando el mismo dedo de la madre envuelto en una gasa. Con un poquito más de edad, a partir del año, se pueden adquirir cepillos de goma para que imiten el hábito del cepillado. Junto a esos cepillos es habitual que se incluya otro muy pequeño y suave para que los padres puedan retocar el acto que realiza el pequeño.
Si procuramos que los niños tenga por costumbre cepillarse los dientes, cuando lleguen a la adolescencia -etapa en la que resulta complicado que realicen esta sencilla acción de aseo- no tendremos que estar repitiendo todo el tiempo aquello de “cepíllate los dientes”. Se aconseja, además, que al menos hasta los ocho años los padres supervisen el cepillado de sus hijos al menos una vez al día.
A un niño no se le puede obligar a cuidar sus dientes; sin embargo, será peor si ve que sus padres no lo hacen. Los pequeños tienden a copiar lo que hacen sus progenitores: si ven cepillarse los dientes rápidamente, ellos lo harán de la misma forma. Si sus padres tienen esa práctica por la noche después de cenar, los niños copiaran también el momento en el que se efectúa el cepillado.
Más complicado resulta procurar que los hijos se cepillen los dientes al levantarse. Es uno de los cepillados más importantes del día y aquí no valen las excusas. Los hábitos hay que crearlos desde la infancia.