El estrés es una de las enfermedades de nuestro tiempo. La ajetreada vida que llevamos, la falta de tiempo, unida a la alimentación no del todo saludable en ocasiones y la vida sedentaria ha convertido al estrés en un mal global de la sociedad.
Cabe resaltar que el estrés es un conjunto de reacciones fisiológicas del hombre ante ciertas tensiones nerviosas o situaciones de tensión y que no es malo en sí mismo sino si se produce de forma prolongada en el tiempo.
En tal caso, sus efectos negativos se dejan notar en nuestro organismo y por ende afectan a la salud bucodental ya que nuestra boca no es ajena a lo que le ocurra a nuestro cuerpo.
Estos pueden ser directos e indirectos. En el caso de los primeros, por lo general, el estrés conlleva que descuidemos nuestra higiene bucodental. Un inadecuado cepillado de los dientes, no usar el hilo dental o saltarnos las revisiones rutinarias en nuestro dentista de confianza generan indirectamente otros problemas u enfermedades bucodentales.
El principal problema bucodental derivado de la falta de higiene o inadecuada limpieza es la aparición de caries. Éstas también son generadas por el bruximo, muy propio de personas que sufren estrés y que consiste en apretar y rechinar los dientes de forma involuntaria mientras dormimos.
También están en riesgo nuestras encías, ya que el estrés es uno de los principales factores de riesgo para enfermedades de las encías como la piorrea o periodontitis.
A esto se suma que otros efectos del estrés como son la sequedad en la boca y la mala alimentación, bien por falta de apetito o por lo contrario, realizando una ingesta compulsiva en algunos casos y descuidando los alimentos que ingerimos. Esto deriva en falta de vitaminas y nutrientes que pueden provocar que nos salgan aftas o llagas en la boca, así como calenturas o herpes labiales.
El estrés también favorece los problemas de digestión y, con ellos, el mal aliento.
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