¿El estrés afecta sólo a los adultos?
La respuesta es claramente NO. Un estado de excesiva actividad y ansiedad puede provocar también en los más pequeños episodios de estrés que repercutan negativamente en su boca. A mayor ansiedad se incrementarán los índices de acidez que acabarán atacando el esmalte de los dientes. El estrés puede desembocar en la inflamación y el sangrado de las encías, el primer paso para que se convierta en una enfermedad crónica o gingivitis.
Además del dolor durante el cepillado y la mayor sensibilidad de las encías a los cambios de temperatura, un síntoma muy común del estrés es el bruxismo que no sólo afectará a la dentadura, sino que puede acarrear dolores de cabeza, así como de los músculos faciales.
El bruxismo es el hábito inconsciente de rechinar o apretar los dientes como una forma de liberar el estrés. Puede ser un simple proceso natural que acaba corrigiéndose, pero si pasado un tiempo se mantiene, habrá que comenzar a realizar un tratamiento.
Llegado este punto, se podrá recurrir a las férulas de descarga para que en la medida de lo posible, el niño descargue el estrés acumulado, pero la prevención siempre será el mejor tratamiento de ahí que nuestras recomendaciones a los padres pasen por:
- Que tengan claro que el bruxismo está muy vinculado a sobrecarga de estrés de ahí que antes de dormir conviene que sus hijos no jueguen con videojuegos o vean en la televisión escenas que denoten algo de agresividad ya que eso elevará sus niveles de tensión.
- Aprender a detectar si sus hijos están siendo víctimas del estrés observando sus bocas les ayudará a buscar soluciones rápidas. Los primeros síntomas con los que pueden encontrarse son: encías hinchadas o rojizas, sangrado al cepillarse los dientes, aparición de heridas en la boca y labios, mal aliento…
Es importante conocer cuál es el origen de la ansiedad que ha provocado el bruxismo por si la intervención que hubiera que realizar en el pequeño no fuera sólo a nivel odontológico sino también psicológico.
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