En esta cuarta entrega de curiosidades de la odontología te recordamos el importante –y a veces desconocido- papel que cumple la saliva en nuestra salud bucodental; cómo unos dientes poco cuidados pueden afectar al rendimiento deportivo de élite; y cómo se las apañaban los profesionales de la odontología antes de que se utilizaran los implantes dentales tal y como hoy los conocemos.
La saliva, ese gran aliado de la salud bucodental. No sustituye al cepillo dental, per0 la saliva es un importante activo natural contra la caries. ¿Por qué? Porque debido a su composición es capaz de neutralizar los ácidos que se generan en la boca al tomar alimentos, evitando la desmineralización de los dientes o incluso reparando la pérdida de esmalte. Y es que ya lo decían y dicen las abuelas: la saliva lo cura todo…
Sin buenos dientes tienes más difícil ser deportista de élite. Efectivamente, la salud bucodental es un factor que puede afectar al rendimiento deportivo. Las posibles infecciones que se producen en la boca pueden llegar a trasmitir a través de la sangre bacterias a otras partes del organismo, generando fatiga en músculos y articulaciones, lo que puede aumentar el riesgo de lesión. Igualmente, el tiempo de recuperación será mayor ante la presencia de bacterias.
En el efecto inverso, algunas disciplinas deportivas –sobre todo en aquellas donde el contacto es frecuente- pueden suponer una amenaza para fracturas o roturas de piezas dentales. Por eso, los profesionales de la odontología recomiendan el uso de protectores bucales.
¿Cómo eran los implantes dentales antiguos? Podríamos decir que los implantes dentales tal y como hoy los conocemos todavía usan chupete. Antes de que Per-Ingvar Branemark descubriera las posibilidades del titanio y su perfecta osteointegración y llevara a cabo la primera implantación en humano en 1965, las técnicas utilizadas han sido variadas a lo largo de la historia. Antiguamente se utilizaron clavos, alambres, plomo, vidrio… Pero no fue hasta el siglo XX cuando podemos establecer cierta analogía con el sistema que se utiliza en la actualidad. Se utilizó oro de 24 kilates a modo de implante dental, pero no era el metal adecuado para esta finalidad. Más tarde se realizaron injertos, aunque sin éxito. Se probaron en fracturas óseas metales como el vitallium –aleación de varios metales- y se hicieron muchos otros intentos en diversos países. Pero la solución definitiva fue el titanio. Un descubrimiento que, por cierto, fue accidental durante una investigación del mencionado Branemark.
Fotografía: www.freedigitalphotos.net
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